martes, 3 de abril de 2007

La pregunta por el hombre

Si tan sólo pudiéramos afirmar lo que el hombre es, lo agotaríamos. De manera absurda pretenderíamos abarcar todas las posibilidades del mismo. Tan sólo mirarlo y descubrir una pequeña porción de su inmensidad hace fatigosa la labor filosófica.

El hombre, sin lugar a dudas, una de las más grandes preguntas de la humanidad. La más grande dirían algunos. Junto con dios y la naturaleza, brinda a la Filosofía la posibilidad más grande de indagación, duda, respuesta parcial a la realidad.

A pesar de la majestuosa complejidad de la realidad, no habría tal estudio sin la pregunta fundamental, la antropológica. De tal manera, podemos afirmar que de esa duda se siguen el resto. No es posible imaginar nada sin la presencia del hombre. Y a pesar de tantos años meditando en torno al esto, hoy nos preguntamos con incertidumbre y algo de temor: ¿qué es el hombre?

No podríamos dar respuesta. Ninguno. Y el que se proclamara como poseedor de esa respuesta debe ser un ignorante o un insensato, quizás un dios (si acaso existiesen). Más lo que podríamos intentar es encender nuestra luz acerca de lo que a nosotros se nos presenta como formación del hombre.

A partir de ahí, esa será nuestra pretensión. En un primer momento mirando la composición que consideramos prudente para analizar al hombre. En un segundo momento, enumerando algunas características y atributos que el hombre posee y que lo diferenciarían acaso de las bestias.

Composición del hombre

Abarcar al hombre en su totalidad sería labor de más de una vida. Para buscar la verdad antropológica, quizás debiéramos primero encontrar una división sensata acerca del ser humano. Buscar qué lo fundamenta y cómo lo hace.

Así, encontramos que existen dos grandes dimensiones del hombre. Ambas se complementan y ninguna está por encima de la otra. Ni enemigos ni contrapuestos, mucho menos contradictorios. Simplemente simbólicos al estilo platónico que forman una unidad de capacidades finitas e infinitas.

Ambas dimensiones implican la unidad del hombre. No pueden ser disueltos más que a partir de la muerte. Sin embargo, el estudio sistemático no permitiría la especificación ni la diversidad de saberes a no ser que se cuente con una diferenciación entre ambas para luego poder unirlas y mirar al hombre en su totalidad.

A) Física

Lo que nos aparece a los sentidos es, indudablemente, lo material. Por esa parte, el hombre posee un cuerpo. Ocupa un lugar en el espacio y, de acuerdo a las leyes físicas, ningún objeto puede ocupar el espacio que el primero haya ocupado, en el mismo momento y bajo las mismas circunstancias. Es irreemplazable físicamente.

El cuerpo alberga las grandes posibilidades físicas del hombre. Es como un sistema complejo que funciona de acuerdo a ciertas circunstancias y siempre en equilibrio. Existen algunos momentos en donde ese equilibrio se rompe y, a pesar de todo, surgen nuevas funcionalidades que nos indican que algo anda mal en el organismo, a fin de que lo solucionemos. El hombre es armónico en su cuerpo.

Gracias al cuerpo, el hombre es capaz de trabajar, de buscar la subsistencia, de trascender biológicamente a través de la generación de nuevos organismos y, por tanto, convertirse en “creador” de hombres. Se transforma en dador de vida en lugar de ser un receptor de la misma.

Por el cuerpo conocemos el mundo, es el primer contacto con la realidad, lo cual nos llevará posteriormente y junto con la inteligencia, al conocimiento de todo cuanto nos rodea. En este primer momento, el hombre se enfrenta a las cosas sin más, por naturaleza y de ellas conoce sus características físicas.

La percepción entonces juega un importantísimo papel. No se trata de que ocupe un primer lugar jerárquico, sino que de la mano con la racionalidad conduce al conocimiento de las cosas.

B) Espiritual

La dimensión espiritual del hombre es casi intangible. Y es que sólo podemos tener evidencia de la misma debido a la contemplación de sus efectos. En todo caso, la espiritualidad se manifiesta en el cuerpo, en sus actos.

El espíritu es el punto donde confluyen la mayoría de las características que hacen del hombre justamente eso. Es decir, todo aquello que separa al hombre de la bestia, de lo inanimado, de lo irracional, está en el espíritu.

Una vez que el hombre tiene contacto directo con su mundo, ha de abstraer ideas, las cuales no son conducidas sino por el intelecto, y ha de emitir juicios y demás formas del pensamiento sólo en el espíritu.

Pero espíritu también es un conjunto de espíritus singulares. Se trata de la suma de las cualidades que han hecho de un hombre un ser humano, el cual se supera a sí mismo con cada una de sus acciones libres y dirigidas a un fin. Esa suma es la que conduce en general las otras voluntades, no como manipulación, sino como enseñanza, como una moralidad tácita que hacen de la sociedad una cada vez mejor, en pos de la excelencia y del buen vivir.

Sin embargo, podríamos perdernos en esa generalidad del espíritu, pero para ello cada persona en particular posee ciertos atributos específicos, desarrollados de manera singular y que, a pesar de compartirlos, no son idénticos.

Así, encontraremos que cada acción llevada expresada por el cuerpo, gestada por el espíritu, estará cargada de una personalidad, de una identidad igualmente irrepetible, insustituible y plena de dignidad.

Atributos del hombre

Inteligencia

Es la primera de las diferenciaciones entre hombre y bestia. Se trata de la capacidad de abstraer la realidad. De ir más allá de la contemplación y de la búsqueda sensorial de placer o de satisfacción de las necesidades mínimas de sobrevivencia.

En este ámbito se ha de desarrollar el lenguaje, por medio del cual el hombre expresa y, por tanto, se vuelve social. Sin la inteligencia, la sociedad no tendría lugar, y sin ella no aparecerían algunas otras categorías como el trabajo, el comercio, la educación, etcétera.

Voluntad

Se trata de aquella tendencia a un fin. Regularmente se pretende que la diferenciación entre el bien y el mal, o de lo bueno y lo malo, aquí aparecen. Sin embargo nos parece algo ambivalente, pues esos términos han ido cambiando a lo largo de la historia y se han convertido quizás en lo opuesto.

La voluntad es más una tendencia personal y no una convención moral en la sociedad. Esto es, que lo que para uno es malo para el otro es bueno, y lo que en una sociedad americana es bueno [o normal] en la sociedad

Libertad

La libertad es la expresión fidedigna de la voluntad. Es el pleno ejercicio en acto de lo que se pretende, busca o necesita. Sin el acto libre, la voluntad no se llevaría a cabo sino que permanecería en la tendencia.

El pervertido sentido de libertad, donde se daña al otro, se menoscaba la dignidad propia o ajena, donde se elimina el bien común o particular, es el libertinaje. Es un abuso de la libertad sin mirar consecuencias.

La libertad es la que nos mueve, la que nos empuja hacia lo que la voluntad ha ya contemplado pero que no nos habíamos atrevido a hacer. Es un movimiento sistemático del cuerpo dirigido por el espíritu, a partir de que ya se conocen las causas de lo que haremos y las consecuencias que el actuar traerá irremediablemente.

Es el juego de todo lo que el espíritu comprende. Un moverse frente a la moral, a lo que subjetivamente consideramos lo mejor, a lo que deseamos, a lo que pretendemos, a lo que buscamos, a lo que necesitamos.

Sólo a partir de estas tres características humanas podríamos construir lo que el hombre ha hecho. La sociedad, la trascendencia, el trabajo, la familia, la axiología (y con ella valores y jerarquización), la educación, política, ciencia, técnica, contemplación, arte, etcétera.

Toda esa gama de posibilidades aparentemente infinita es espejo del hombre. Así, no podríamos decir qué es el hombre, pero ya la pregunta misma no parece necia sino incesante, pretensiosa, enorme, respetable.

Es la tarea digna del mismo ser humano. ¿Qué es el hombre? Si tan sólo nos preguntáramos ¿Para qué queremos saber qué es el hombre?, Nosotros contestaríamos que la única razón por la que preguntamos qué es el hombre es porque necesitamos saber. Necesitamos saber de todo, de lo que sea, de nosotros mismos en el anonimato, en la generalidad. Necesitamos buscar pretextos a lo que somos, justificaciones si acaso suena más suave.

Todos los problemas de la vida se verían solucionados con esa respuesta, y que hoy por hoy, nadie sabe. Y si alguien la tuviera, no sé si pudiera expresarla. No sé si quisiera comunicarla. Quizás por egoísmo. Quizás por temor.